domingo, 12 de octubre de 2008

BENITO SOTO... El pirata GALEGO
Benito de Soto Aboal
(Pontevedra, 22 de marzo de 1805 — Gibraltar, 25 de enero de 1830) El último pirata europeo ya tiene novela Tal como dice Alfredo Gómez (en http://www.guiarte.com/ ), la vida de Benito de Soto ha sido poco tratada a nivel literario. Sólo Alejandro Benisia y Fernández de la Somera con su "Milano de los Mares" en 1855 y José María Castroviejo con su "La Burla Negra" se han detenido en este personaje, amén de Ramón Solis con "El dueño del miedo", donde apenas si se cita en unos breves párrafos. Otros como el Teniente de navío Joaquín Lazaga y Garay, en 1892 si lo tratan de forma veraz, al igual que Gerardo González de la Vega en su "Mar Brava" en 1999. Sin embargo, estamos de enhorabuena, pues este verano me tropecé en Casa del Libro con una novela realmente apasionante y que revela las auténticas andanzas de este personaje español que sembró el pánico en el Atlántico. Se trata de "Los Diablos del Mar". La odisea de "La Burla Negra" de Javier Castro y Enrique García, editada por Absalon. Con un buen formato y mejor letra, por sólo 17,95 se puede disfrutar de una novela muy redonda y que por fin hace justicia a este gallego.

LA HISTORIA La vida del último pirata gallego comenzó el 22 de marzo de 1805, en A Moureira, el arrabal marinero de la ciudad de Pontevedra. Benito Soto era hijo de marinero y, desde aquella lluviosa mañana de invierno en Gibraltar, ostenta para la historia el dudoso honor de ser el último pirata gallego capturado, juzgado y ajusticiado.

Un pirata al estilo clásico que cuentan las leyendas: valiente, agresivo, violento y sanguinario. Pero él fue real. Al igual que sus quince compañeros de tripulación y las víctimas de su fugaz carrera. Aunque la leyenda lo encuentra acumulando inmensas riquezas a bordo de barcos piratas desde el Caribe hasta las costas del Pacífico, su historia es una breve y siniestra estela que tan sólo duró cinco meses, en una travesía desde el golfo de Guinea hasta la ría de Pontevedra. Aunque la preparación arranca de sus primeras correrías como contrabandista en las rías gallegas, el prólogo comienza el 22 de noviembre de 1827 en el puerto de Río de Janeiro, donde se embarca como segundo contramaestre del Defensor de Pedro, bergantín negrero y con patente de corso al servicio del emperador de Brasil.
El capitán es Pedro Maris de Sousa Sarmento y la tripulación está formada por 36 aventureros españoles, brasileños, portugueses y franceses. Tras cruzar el Atlántico, el Defensor de Pedro llegó el 3 de enero a la bahía de Ohue, en el enclave portugués de Mina (actual Ghana). Veinte días después, mientras se estaba preparando el embarque de la carga humana, nace para la negra pero apasionante historia de la piratería Benito Soto. Dirige el motín que le da posesión del barco, deja en tierra a su antiguo capitán y a los marineros que no han querido seguirle y zarpa el 26 de enero hacia el Atlántico sur en busca de presas con las que enriquecerse. Está a punto de cumplir 23 años y toda una vida por delante. Su segundo es el culto Victor de Saint-Cyr, familiar del famoso mariscal de Napoleón; y el capitán de presa, José dos Santos. La edad media de la tripulación apenas llega a los 25 años. Antes de encontrarse con ningún buque, Soto comete su primer asesinato, uno de los dos únicos que reconoció en el juicio. La víctima se llamaba Miguel Ferreira, un ferrolano violento que se enfrentó al nuevo capitán en repetidas ocasiones hasta que éste, harto de que le llevara la contraria, le descerrajó un disparo de pistola en la cabeza y lo tiró al mar. En los días que siguieron a este suceso, y hasta el 19 de febrero, Benito Soto asienta su poder como comandante de la veintena escasa de piratas que tripulan El defensor de Pedro. En esa fecha, que inició una frenética y aterradora carrera que sólo duró cincuenta días, quisieron el destino y los vientos del sur que se cruzase en el camino del gallego el indiaman (mercante de tres mástiles) británico Morning Star, procedente de Ceilán que se dirigía a Londres con carga general, 17 inválidos que habían servido en el ejército colonial, cuatro esposas de soldados destacados en la India y nueve niños.
Este es el mapa de las fechorías del PIRATA SOTO en el regreso de retirada a España. Esta primera acción de piratería sería la base principal para condenar a la tripulación del bergantín, ya que varios de los testigos de la sangrienta acción pudieron declarar en el juicio.
El 26 de Abril de 1828, parten de La Coruña con un cuantioso botín fruto de la venta ilegal de lo robado y deciden dar vela hacia el sur para iniciar una nueva vida allí donde no los conozcan. La noche del 9 de Mayo, unas luces en la costa les hacen suponer que están ante el faro de Tarifa, donde planeaban embarrancar el “Defensor de Pedro”. Pero cometen un error de cálculo y las luces que ven son las de Cádiz, con lo que encallan el bergantín a la altura de un ventorrillo conocido como de “El Chato”, que ya llevaba casi cuarenta años funcionando. Precisamente, la primera ayuda recibida les llega de dicha venta.

El fin de la travesía sangrienta A las nueve de la mañana del 25 de enero de 1830, cinco días después de ser condenado por asesino y pirata, el gallego Benito Soto Aboal, capitán de «La burla negra», salió de su celda para ser ejecutado en Gibraltar por la justicia británica. Dibujo que reproduce una imagen del pirata, de Joaquín María Lazaga. Madrid: Tipografía de Infantería de Marina, 1892

La lluvia que caía en Gibraltar aquel día invernal empapaba sin compasión al reo, al cura que lo asistía y a la multitud que se amontonaba en torno al cadalso. A sus 25 años de edad, el gallego Benito Soto Aboal iba a morir ahorcado. Había adelgazado mucho desde su detención, y su semblante, antes curtido por el aire del mar, se había vuelto de un matiz pálido y amarillo en los 19 meses que llevaba preso.
Concretamente, el citado día se inserta, por orden del Excmo. Sr. Gobernador de la Plaza, la certificación del ajusticiamiento de diez marineros de la tripulación del bergantín brasileño “Defensor de Pedro” acusados de piratería y otros delitos. En pleno siglo XIX, en el Glacis de Puerta Tierra, entre los días 11 y 12 de Enero de hace justamente 174 años, fueron ahorcados nada menos que diez piratas ante la sorprendida mirada de numerosos gaditanos horrorizados por las atrocidades cometidas por estos hombres, autores de fechorías tales que “sólo al referirlas se resienten la humanidad y el decoro”, como relata el Diario Mercantil.
Para cubrir los centenares de metros entre el castillo del Moro y el lugar de la ejecución, el gallego se había vestido con una chaqueta y pantalones blancos; los zapatos se le habían ensuciado de barro y la camisa, desabotonada en el cuello, permitía que el agua le resbalara hasta el pecho. El pelo, antes abundante y espeso, había sufrido un apresurado trasquilón y la navaja del descuidado barbero también le había privado de las grandes patillas que antes lucía. Nada más terminar el juicio, las autoridades del Peñón le habían ofrecido un confesor, pero Benito respondió que con cuatro días de vida por delante, aún le quedaba tiempo. Debió comprobar cómo las horas pasaban muy deprisa, porque pronto consintió en ver al sacerdote. «Como es católico, su confesión no ha sido hecha pública», relata la crónica oficial de los funcionarios anglicanos. En cuanto llegó ante el dintel de la horca, el condenado rezó fervientemente durante un cuarto de hora aferrado al Cristo prestado por el sacerdote. Después reconoció ante los presentes, en español, la justicia de su condena, al tiempo que los exhortaba a aprender de su muerte y a que rezaran por él. Escuchó la sentencia, leída en inglés y traducida al español, con aire indiferente y los brazos cruzados y una vez terminada, dicen, echó una gran carcajada oteando a la muchedumbre reunida y se despidió con un «adiós a todos». Luego, como vio que la soga estaba algo alta, se subió bruscamente al ataúd, logró introducir el cuello por el nudo corredizo, se inclinó hacia delante y dio un salto para caer con más fuerza y acelerar la muerte. Pero la cuerda se estiró y sus pies llegaban a rozar el suelo, por lo que tuvieron que cavar un agujero bajo ellos para que el cuerpo quedara colgando y la soga cumpliera su trabajo. Hecha apresuradamente esta macabra operación, y tras unos pataleos espasmódicos, Benito Soto expiró.

En esta web, está toda la historia http://www.guiarte.com/pirata/

Podeis leer los capítulos todos sobre la vida de "nuestro" pirata, en este listado de capítulos:

Cuentaviajes de El último pirata El fin de la travesía sangrienta Galicia. El inicio de la historia Abordaje del Morning Star La venta del botín La detención Aquellos duros antiguos Las sentencias Cronología

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